"De Angelitos y Querubines" (Crónicas Diferentes)
Hoy, paseando por La Rápita, como acostumbro, me he cruzado con un angelito, un pequeño querubín y, me ha saludado con tanto desparpajo desde su coche de paseo, empujado por su mama, qué no he tenido más remedio, qué decirle adiós con una gran sonrisa!. Sinceramente, tengo mucho de niñero, ¿será porque fuimos seis hermanos y yo era el segundo?....
Tampoco es la primera vez, hijos de algún conocido, siempre han tenido una deferencia conmigo y, no sé si es por mi aspecto tranquilo, de confianza, de sonrisas cuando coincidimos, les doy la impresión a éstos medias lenguas de gato, se rían y les provoque más animación.
Son cosas que nunca las he contado, pero siendo un curioso irremediable, hoy, éste saludo, me ha llevado a recuerdos que siempre guardamos como tesoros, abriéndome ésa puerta íntima que llevamos dentro. Apeteciéndome, contaros una anécdota de mi adolescencia, en mi querida Donostia, en la playa de la Concha, donde todos los donostiarras aprendimos a nadar. Fue en la zona del Eguzki, lugar de encuentro de la cuadrilla.
Ocurrió, con una familia de Madrid en vacaciones con un crío de unos cinco, seis añitos, coincidiendo, en la playa al lado de ellos. Nosotros quince, dieciséis años, siempre de cachondeo, montándola cada día y dando el espectáculo. Se nos unió el crío de ellos y, no se por qué razón, le dio por gritar a todo el mundo que yo era su tío...
Tanto gritaba, que por cualquier sitio que aparecía, se volvía loco de alegría llamándome tío, tío, tío Luis, tío para arriba, tío para abajo, con el correspondiente cachondeo de la cuadrilla. Qué finalmente sus padres se enfadaron con él, pero justamente en ésos momentos, era cuando más me necesitaba, me agarraba como un desesperado y, no quería irse con sus padres...
Resumiendo, el crió era un encanto, un todo terreno para su edad, nos enamoró a todos por su gracia y dinamismo. Los padres sufrían y, sinceramente a mi, ha pesar de repetir mi nombre y tío,tío,tío, cada minuto, no me molestaba!. Les dije que no se preocupasen, qué absolutamente me molestaba y, lo mismo se volvía loco llamándome cuando jugábamos a fútbol, o íbamos al agua, el sobrino, no me dejó ni al sol, ni a la sombra, aquél mes de agosto en la playa de la Concha!.
Aun me río cuando lo escribo, de aquél verano y el sobrinito de Madrid guardado en el rincón de los secretos. Me encuentro bien después de haberlo hecho. Nanitos, lo más hermoso, tierno, inocente, real, sincero, lo más hermoso de la vida. Mi escandaloso sobrinito, con su maravilloso síndrome de drown. Luis.
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