"El hombre que vendió la Torre Eiffel" (Crónicas Diferentes)


En el Imperio Austro húngaro nació allá por el año 1890 Víctor Lustig, hijo del alcalde de la ciudad  (Hostinne). Educado y muy estudioso, con varios idiomas que dominaba perfectamente, este osado estafador políglota enamorado de París su "Belle Epóque" y los juegos...

Después de un periplo de muchos meses entre Europa y América, donde se dedicó a desplumar ricos y aventureros que iban o venían de ultramar en grandes trasatlánticos, cambió su ruta y se instaló en París.

Eran finales del año 1925 y como buen vividor, hizo sus pinitos y tampoco le fue mal la vida de vagancia y chulo, donde su labia y el proxenetísmo, muy pronto lo acondicionó a su estilo libre y vividor.

En sus grandes ratos de ocio, leyendo uno de los periódicos de la capital, encontró una noticia que le removió hasta lo más profundo de su ser y como buen truhán que era, la operación no podía ser mejor, decía así; El Ayuntamiento de la ciudad no tiene fondos para reparar y pintar el emblema de la capital!.

Repasando mentalmente la operación que podía llevar a cabo, se acordó de un gran amigo parisino, Falsificador para más detalles, logró unos cuantos folios del ayuntamiento de París en blanco, con sus correspondientes matasellos y contactando, con cinco chatarreros de lo más renombrado de la región.... manos a la obra.

La oferta era muy tentadora, la demolición de la Torre Eiffel!. Y, qué el gobierno se encontraba en momentos muy bajos económicamente habiendo otros grandes proyectos que resolver. Entre canapé y canapé, en esta reunión de negocios entre bromas, chirigotas y buen champán, les homenajeó a los cinco chatarreros, aconsejándoles guardasen un respetuoso silencio, el asunto era cosa de Estado.

Se despidieron efusivamente, aun qué, antes quisieron hacer un pacto de caballeros y conjuntamente hacer la gran operación. Sin embargo, André Poisson se negó rotundamente (debía ser el más poderoso), no hubo más palabras.... Para Víctor Lustig, la suerte ya estaba echada...

Al poco tiempo, recibió las ofertas y sin pensarlo le comunicó a André, que su oferta había sido la ganadora. Momento que aprovechó para decirle al eufórico chatarrero, que había que agradecerselo al mismísimo alcalde por su colaboración y gratificarlo con una buena suma, cosa muy normal en estos casos.

Al día siguiente por la mañana, André con sus mejores galas apareció con un abultado sobre lleno de billetes, desayunaron juntos, hicieron otros tipos de futuros planes, convocándole para esa misma tarde en el ayuntamiento, a fin, de que conociese al burgomaestre y firmaran el contrato.

Según cuentan las malas lenguas, fue tan escandalosa la bronca que se armó en el Ayuntamiento, que gran parte de París se enteró de la trifulca que allí se armó, tal gran bochorno se llevó el sr. André que la pena y la vergüenza del timo, a los pocos meses acabaron con su vida.   Luis

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